jueves, 23 de abril de 2015

¡Ese oráculo del siglo XXI llamado Internet!

No, no he perdido el oremus. Todo tiene un por qué y la imagen gráfica que acompaña mi entrada en este blog no es casual.

No somos conscientes de ello, pero internet ha devenido en ser el oráculo de nuestro siglo. 

Porque internet, todo lo sabe. 

¿A quién, si no, consultamos todas nuestras dudas, todos nuestros temores, nuestras inseguridades,…? Y lo que es peor confiamos en su infalibilidad con la misma fe que los helenos acudían a Delfos y subían al monte Parnaso a inquirir a Apolo sobre su porvenir y suerte en los más variopintos asuntos terrenales.

A Internet, aquel que todo lo sabe.

 Ahora bien, nuestro oráculo tiene ventajas sobre aquél. No hace falta esperar al día 7 de cada mes para conocer sus agüeros; el nuestro está al servicio, como las funerarias, 365 días al año, 24 horas al día. Tampoco es necesario desplazarnos al “ombligo del mundo”; con comprar una bola de cristal y  buscar una buena oferta del suministrador de turno, ¡y, voila, que Apolo proteja tu navegación!

Porque internet todo lo sabe y de todo se entera. Nada escapa a sus tentáculos indagatorios.

Sin ir más lejos, quien no se ha dedicado en algún rato ocioso a preguntar al oráculo, qué había sido de aquel amigo del colegio que siempre te quitaba el bocadillo o aquel primer novio que trabajaba en un bar y que dejaste porque tenía las manos coloradas de tanto servir cañas. Y allí, está el oráculo, para despejar tus dudas.  El único requisito que te pide es que no se llame María García o John Smith.
Y sí, lo confieso. Yo lo he experimentado. Y muchas veces. Ayer, sin ir más lejos.

He agotado ya los nombres de personas, que por un motivo u otro, dejaron alguna huella en mi vida y, por supuesto, que no se llaman María García ni John Smith. De pronto, ¡bingo! ¡Esta no podía fallar!

Mi vecina Nieves. Vivíamos en casas contiguas en un edificio de la Colonia Polanco en México. Éramos niñas y durante muchos años, por la tarde, después de hacer los deberes, la una buscaba a la otra para merendar juntas y reírnos,…  porque nos reíamos mucho.
Nieves vivía con sus padres y un hermano más pequeño que ella. Víctor Carlos se llamaba. Yo prefería, con mucho, merendar en su casa que en la mía. Pero mi abuela protestaba y decía “se ha terminado el merendar en casa de los catalanes, merendáis aquí”. Porque no lo he dicho, pero eran catalanes. Y la madre de la familia catalana –la Señora Mercedes- preparaba de merienda un “pan tumaca” que quitaba el sentido. Aunque mi abuela discrepaba; para ella, eso no tenía alimento ninguno.

Es curioso, pero no recuerdo la cara de Nieves y, sin embargo, sí la de su madre, como si fuera ayer cuando la viera por última vez; se nota que el pan tumaca me marcó. Una mujer estupenda. Nuestros respectivos padres  nunca congeniaron, a pesar de la mutua condición de emigrantes. Entonces no lo entendía, hoy, sí. Eran republicanos y exilados en México. “Los demonios de Tasmania disfrazados de catalanes”.

Con la madre de Nieves –la persona más relimpia que he conocido en mi vida-, cuando sus quehaceres de ama de casa se lo permitían, hacíamos representaciones teatrales, nos enseñaba poesía y a cantar “Estaba el señor don gato, sentadito en su tejado, miarriau miau miau, miau, sentadito en su tejado…”, hasta  en catalán: “Oh, Susanna! No ploris més per mi. D'Alabama jo vinc ara amb un banjo i un violí”,  nos disfrazaba y… encima,… preparaba un pan tumaca que te mueres.  ¡Ah, perdón, eso ya lo he dicho!

Bueno, pues eso,…  decía, que ayer, en Facebook -nuestra Pitia del XXI-, aquella pitonisa que facilita el que ciertas de nuestra peticiones lleguen por el camino más recto a las divinidades, introduje el nombre. Aquel que no me podía fallar: 
NIEVES ZARRALUQUI SUCH. 
Nada, cuatro o cinco resultados con cierto parecido, pero nada de Nieves. Con cierto orgullo, pensé, bueno,… no toda la gente de mi edad es tan avezada en esto de los oráculos.

No conforme con ello y costándome dejarlo por imposible. Acudí a Apolo directamente y volví a escribir el nombre: NIEVES ZARRALUQUI SUCH. Algo me tendría que decir de ella, seguro. Una multa no pagada en Acapulco; o quizás sea una decoradora famosa; o tal vez se haya casado con un jeque árabe,…  qué sé yo. Mis mientes no alcanzaban a imaginar lo que Apolo me iba a desvelar:

ENTIERRO
DEFUNCIÓN DE
MARIA DE LAS NIEVES ZARRALUQUI SUCH
Falleció en Barcelona a los 60 años de edad
— D.E.P. —
Pompas Fúnebres de Badalona, S. A
Barcelona, 28/03/2014

¿Qué os creéis que podéis iros de este mundo sin que Apolo se entere? No, no. Internet/Apolo toooodo lo sabe.

Y ahora,… os dejo, que tengo que consultar el oráculo para que me informe si una muerta me puede denunciar por violar la Ley de protección de datos de carácter personal.


PD. ¿Veis en la foto aquella cabecita que asoma entre mi padre y mi tía el día que salían hacia la iglesia, porque mi tía se casaba? Esa era la “Señora Mercedes”, la madre de Nieves, la del pan tumaca que te mueres. No estaba invitada a la boda, pero no podía perderse la salida de la novia.

3 comentarios:

  1. Hola, soy Víctor Carlos el hijo de Mercedes y hermano de Nieves. No sabes como me ha fascinado tu descripción sobre mi madre. Como dices tu me tope por casualidad con tu blog, buscando otra cosa. Yfue el día de su cumpleaños este 7 de julio. Que ha sido de Pili, me acuerdo de ella. Mi correo es vzs123@gmail.com, ojalá entremos en contacto

    ResponderEliminar

Me encantaría saber qué te ha parecido.