No, no he perdido el oremus. Todo tiene un por qué y la
imagen gráfica que acompaña mi entrada en este blog no es casual.
No somos conscientes de ello, pero internet ha devenido en
ser el oráculo de nuestro siglo.
Porque internet, todo lo sabe.
¿A quién, si no, consultamos todas nuestras dudas, todos nuestros temores, nuestras
inseguridades,…? Y lo que es peor confiamos en su infalibilidad con la misma fe
que los helenos acudían a Delfos y subían al monte Parnaso a inquirir a Apolo
sobre su porvenir y suerte en los más variopintos asuntos terrenales.
A Internet, aquel que todo lo sabe.
Ahora bien, nuestro
oráculo tiene ventajas sobre aquél. No hace falta esperar al día 7 de cada mes
para conocer sus agüeros; el nuestro está al servicio, como las funerarias, 365
días al año, 24 horas al día. Tampoco es necesario desplazarnos al “ombligo del
mundo”; con comprar una bola de cristal y buscar una buena oferta del suministrador de turno,
¡y, voila, que Apolo proteja tu navegación!
Porque internet todo lo sabe y de todo se entera. Nada
escapa a sus tentáculos indagatorios.
Sin ir más lejos, quien no se ha dedicado en algún rato
ocioso a preguntar al oráculo, qué había sido de aquel amigo del colegio que
siempre te quitaba el bocadillo o aquel primer novio que trabajaba en un bar y
que dejaste porque tenía las manos coloradas de tanto servir cañas. Y allí,
está el oráculo, para despejar tus dudas. El único requisito que te pide es que no se
llame María García o John Smith.
Y sí, lo confieso. Yo lo he experimentado. Y muchas veces.
Ayer, sin ir más lejos.
He agotado ya los nombres de personas, que por un motivo u
otro, dejaron alguna huella en mi vida y, por supuesto, que no se llaman María
García ni John Smith. De pronto, ¡bingo! ¡Esta no podía fallar!
Mi vecina Nieves. Vivíamos en casas contiguas en un edificio
de la Colonia Polanco en México. Éramos niñas y durante muchos años, por la
tarde, después de hacer los deberes, la una buscaba a la otra para merendar
juntas y reírnos,… porque nos reíamos
mucho.
Nieves vivía con sus padres y un hermano más pequeño que
ella. Víctor Carlos se llamaba. Yo prefería, con mucho, merendar en su casa que
en la mía. Pero mi abuela protestaba y decía “se ha terminado el merendar en
casa de los catalanes, merendáis aquí”. Porque no lo he dicho, pero eran
catalanes. Y la madre de la familia catalana –la Señora Mercedes- preparaba de
merienda un “pan tumaca” que quitaba el sentido. Aunque mi abuela discrepaba;
para ella, eso no tenía alimento ninguno.
Es curioso, pero no recuerdo la cara de Nieves y, sin
embargo, sí la de su madre, como si fuera ayer cuando la viera por última vez; se
nota que el pan tumaca me marcó. Una mujer estupenda. Nuestros respectivos
padres nunca congeniaron, a pesar de la mutua
condición de emigrantes. Entonces no lo entendía, hoy, sí. Eran republicanos y
exilados en México. “Los demonios de Tasmania disfrazados de catalanes”.
Con la madre de Nieves –la persona más relimpia que he
conocido en mi vida-, cuando sus quehaceres de ama de casa se lo permitían,
hacíamos representaciones teatrales, nos enseñaba poesía y a cantar “Estaba el
señor don gato, sentadito en su tejado, miarriau miau miau, miau, sentadito en
su tejado…”, hasta en catalán: “Oh,
Susanna! No ploris més per mi. D'Alabama jo vinc ara amb un banjo i un violí”, nos disfrazaba y… encima,… preparaba un pan
tumaca que te mueres. ¡Ah, perdón, eso
ya lo he dicho!
Bueno, pues eso,… decía, que ayer, en Facebook -nuestra Pitia
del XXI-, aquella pitonisa que facilita el que ciertas de nuestra peticiones
lleguen por el camino más recto a las divinidades, introduje el nombre. Aquel
que no me podía fallar:
NIEVES ZARRALUQUI SUCH.
Nada, cuatro o cinco resultados
con cierto parecido, pero nada de Nieves. Con cierto orgullo, pensé, bueno,… no
toda la gente de mi edad es tan avezada en esto de los oráculos.
No conforme con ello y costándome dejarlo por imposible.
Acudí a Apolo directamente y volví a escribir el nombre: NIEVES ZARRALUQUI
SUCH. Algo me tendría que decir de ella, seguro. Una multa no pagada en
Acapulco; o quizás sea una decoradora famosa; o tal vez se haya casado con un jeque árabe,… qué sé yo. Mis mientes no
alcanzaban a imaginar lo que Apolo me iba a desvelar:
ENTIERRO
DEFUNCIÓN DE
MARIA DE LAS NIEVES
ZARRALUQUI SUCH
Falleció en Barcelona a los 60 años de edad
— D.E.P. —
Pompas Fúnebres de Badalona, S. A
Barcelona,
28/03/2014
¿Qué os creéis que podéis iros de este mundo sin que Apolo
se entere? No, no. Internet/Apolo toooodo lo sabe.
Y ahora,… os dejo, que tengo que consultar el oráculo para
que me informe si una muerta me puede denunciar por violar la Ley de protección de datos de carácter personal.
PD. ¿Veis en la foto aquella cabecita que asoma entre mi
padre y mi tía el día que salían hacia la iglesia, porque mi tía se casaba? Esa
era la “Señora Mercedes”, la madre de Nieves, la del pan tumaca que te mueres.
No estaba invitada a la boda, pero no podía perderse la salida de la novia.
Hola, soy Víctor Carlos el hijo de Mercedes y hermano de Nieves. No sabes como me ha fascinado tu descripción sobre mi madre. Como dices tu me tope por casualidad con tu blog, buscando otra cosa. Yfue el día de su cumpleaños este 7 de julio. Que ha sido de Pili, me acuerdo de ella. Mi correo es vzs123@gmail.com, ojalá entremos en contacto
ResponderEliminarYo conocí a la Sra. Mercedes
ResponderEliminarQuien eres?
Eliminar